CENTRO BACHILLERATO TEGNOLOGICO INDUSTRIAL Y DE SERVICIOS N° 13

C, T sociedad del conocimiento


El virreinato en la nueva España fue la base del mosaico cultural y racial del período americano. En su seno se fusionaron a lo largo de los 300 años de virreinato las culturas nahuatl, maya, tolteca, mixteca, zapoteca y española. Así mismo, se dio una gran cantidad de mezclas raciales: mestizos, mulatos, castizos, etc. Figuras como Sor Juana Inés de la Cruz y Juan Ruiz de Alarcón destacan como sus más notables contribuyentes a la literatura española, así como Manuel Tolsá en la arquitectura. Relativo a instituciones financieras destacó Pedro Romero de Terreros, fundador del Sacro y Real Monte de Piedad de Ánimas, antecedente del Nacional Monte de Piedad (también llamado Monte Pío), génesis del microcrédito a nivel mundial. También destacan los descubrimientos químicos de Andrés Manuel del Río, descubridor del Eritronio, posteriormente renombrado Vanadio, en la tabla periódica de los elementos químicos.
Dentro de la arquitectura existieron los siguientes estilos:
  • monásticos.
  • mudéjar.
  • plateresco.
  • barroco.
  • churrigueresco.
  • neoclásico.

Educación
Las escuelas durante la Colonia estuvieron en manos de la Iglesia, y estos centros educativos solían situarse al lado de los templos católicos. En un principio, sólo se limitaba a españoles y criollos, pero en 1523 Pedro de Gante instituyó la primera escuela de oficios para indígenas, llamada "Escuela de Artes y Oficios de San José de los Naturales". Poco tiempo después ocurrió la fundación del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, dedicado a la educación indígena, pero en un grado a las escuelas de oficios. Los criollos, por su parte, eran educados por jesuitas y agustinos. Estas dos órdenes fundaron en 1576 el colegio de San Pedro y San Pablo, sustentado por ricos comerciantes cuyos hijos asistían a recibir educación. El Colegio de San Ildefonso, fue obra de los jesuitas y se convirtió en el mayor centro humanístico del siglo XVIII. Los dominicos tuvieron importancia en la enseñanza de la doctrina católica y de la teología, al fundar en la ciudad de México y Puebla los primeros seminarios. En 1575 Luis de León Romero, fundó el Colegio de San Luis, que otorgaba reconocimiento a los sacerdotes dominicos egresados de la institución en toda la orden. El Colegio de las Vizcaínas fue la primera institución laica dedicada a la educación de mujeres. Así, muchas de las escuelas del país se convirtieron en semilleros de la nueva identidad mexicana y precursores de la independencia de la Nueva España.


La Real y Pontificia Universidad de México
El 21 de septiembre de 1551, a petición de la sociedad novohispana, el rey Carlos I dictó en Toro (Zamora), Castilla y León, la cédula de creación de la Real y Pontificia Universidad de México, que a la postre se convertiría en la más importante de la América Española. La fundación y labor educativa de los colegios religiosos de Nueva España fue un factor importante para la institución de la Universidad, que en principio tomó como modelo a la Universidad de Salamanca, en aquella época la más importante de España y una de las más prestigiosas de Europa.La Universidad fue inaugurada el 25 de enero de 1553.
El claustro se convirtió pronto en la máxima institución de la universidad, constituida por el rector, el maestro de escuela y los catedráticos. Los cursos principales eran de griego, hebreo, filosofía, teología, gramática, que se impartían en latín. Las Leyes de Indias fueron la base de muchas constituciones de la institución, que sin embargo cambiaban al paso del tiempo para adecuarse a los menesteres del país. El rector solía ser un letrado español nombrado por el rey de España o en su defecto por el Consejo de Indias, era una figura de gran autoridad y renombre, que además de dotaba de gran solemnidad a las ceremonias realizadas. Los grados otorgados por la Universidad eran, de menor a mayor; bachiller, maestro, licenciado y doctor, pero éste último sólo se concedía a aquellos que aprobaban con honores su examen final. Varios de los títulos más destacados en la institución eran maestro en filosofía y en teología, licenciado en leyes y doctor en medicina.


Bellas artes
La pintura tuvo gran desarrollo en Europa durante la época de la conquista, y para varios de los conquistadores españoles era prioritario representar sus triunfos mediante las bellas artes. Hacia 1538, llegó el primer pintor español a Nueva España, llamado Rodrigo de Cifuentes y probablemente ficticio. El trabajo de Cifuentes consistió en decorar varios conventos de Tlaxcala y plasmar con su arte la conversión de los principales señores tlaxcaltecas al cristianismo, en una pintura hoy perdida e intitulada "El bautizo de los caciques de Tlaxcala", en lo que fue considerado el convento más antiguo de América. Otros pintores notables de esa época fueron Francisco de Morales, Francisco de Zumaya, Andrés de la Concha y Juan de Arrúe. Pero el más notable del siglo XVI novohispano fue, sin duda, el flamenco Simón Pereyns se asentó en Nueva España desde 1566, y junto a los pintores antes mencionados formó un grupo cultural que predominó en la pintura novohispana hasta 1620. La pintura religiosa fue la más recurrida en el siglo XVII, y gran parte de ella se encuentra en el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán. Los más notables pintores fueron José Ibarra, los vascos Echave y Cristóbal de Villalpando. Hacia la mitad de tal siglo, surgió Miguel Cabrera, conocido retratista que plasmó en sus cuadros varias escenas de la vida cotidiana en Nueva España, retrató además a Sigüenza y a Sor Juana. Nicolás Rodríguez Juárez, otro pintor de la época, solía retratar a virreyes, arzobispos, obispos, corregidores y potentados. Con el auge de los movimientos de independencia, la pintura adquirió un toque nacionalista que perduró hasta entrado el siglo XX.
La escultura no tuvo un tratamiento completo como arte, sino que más bien se limitó a adornar iglesias y conventos, se consideraba más bien como arte derivado de la pintura y la escultura y no fue financiada por mecenas, lo que llevó a su estancamiento durante toda la Colonia. Poco antes de estallar la guerra de independencia, el valenciano Manuel Tolsá comenzó a dar clases de escultura y a montar un taller de tal arte en la Academia de San Carlos. Se dice que, gracias a la colaboración de sus pupilos, pudo concebir y poner en marcha la conocida estatua de Carlos IV, encargada por el virrey Branciforte.
Otra de las artes que recibieron el impulso de la Iglesia fue la música. Quienes la practicaban debían componer a menudo varias partituras para su ejecución en misas. Antonio Sarrier, quien estudió música en Italia, introdujo la vanguardia musical en la Nueva España al componer una sonata con fuga. Juan Matías y Antonio de Salazar, oaxaqueños ambos, compusieron un Tratado de Armonía que durante mucho tiempo sirvió para la enseñanza de la música en Nueva España.
La mayoría de las ciudades españolas del Nuevo Mundo eran construidas en base a un plano de ajedrez, donde el punto cumbre era el centro de la ciudad. En él se hallaban las iglesias, la catedral (en caso de que la ciudad fuese cede diocesana), las casas de los fundadores, el ayuntamiento y el palacio del regidor. Los barrios y los mercados solían quedar fuera de la ciudad, las calles seguían trazos cardinales y enmarcaban hacia el centro. El modelo de ciudad fue tomado de Toledo, entonces capital de España y aplicado por vez primera en la Ciudad de México, hacia 1524.
La arquitectura monástica siguió estilos predominantes en Europa, como renacentista, gótica, mudéjar y plateresco. Ejemplos de gótico es la catedral de Guadalajara, mientras que del plateresco lo son la casa Montejo (Mérida), y los templos de Cuernavaca, Cholula, Izamal y Acolman. Todas estas construcciones fueron inspiradas en modelos de Andalucía y Castilla, que también tuvieron auge en Quito (Ecuador) y Cuzco (Perú). Para fines del siglo XVI, llegó al virreinato una nueva corriente arquitectónica, el múdejar, surgida por la fusión de las costumbres moras con las tradiciones cristianas, tuvo su mayor auge en los territorios de la Corona de Aragón. Caracterizado por el uso de ladrillos, azulejos, fuentes y dobles arcos cruzados, una de sus construcciones características en Nueva España fue la Fuente de la Reina, ubicada en Chiapa de Corzo.
Sucesor del renacimiento como arte principal europeo fue el barroco, nacido de la Contrarreforma, como una necesidad eclesiástica para difundir la doctrina católica de un modo más sensitivo y menos racionalista. Predominó hasta principios del siglo XVIII, con un marcado estilo preferencial hacia las formas monumentales, efectos teatrales, movimiento de las formas decorativas en plantas arquitectónicas, además solía decorarse con figuras de plantas y animales. La mayor parte de los templos católicos fueron construidos con este estilo, como la Iglesia de Santa Mónica, en Guadalajara, la Iglesia de Tepoztlán y la Iglesia de Santa Prisca, Taxco.
El neoclásico desplazó al barroco violentamente tras la llegada de los Borbón a España (1713), despreciando así las columnas —sustituidas por pilastras—, y el blanco se convirtió en el color predominante, representando la modernidad. Manuel Tolsá, arquitecto valenciano, fue el mayor exponente del rococó novohispano; sus obras más conocidas fueron el Palacio de Minería y la estatua ecuestre de Carlos IV, conocida como "El Caballito".
José Benito Churriguera, arquitecto madrileño, fue el patriarca de una conocida familia de artistas. Impuso su propia representación del barroco, conocido como churrigueresco. Esta nueva corriente se caracterizaba por abundante y fantasiosa decoración, uso de pilastras y estípites. En Nueva España, fue ejemplificada en las iglesias del Bajío, especialmente Guanajuato.
La gran mayoría de los escritores novohispanos fueron influenciados por tres figuras, principalmente. Se trata del dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón, la poetisa y religiosa Sor Juana Inés de la Cruz, y el astrónomo e intelectual Carlos de Sigüenza y Góngora. Pero Ruiz de Alarcón desarrolló su actividad literaria en España, situándose en el marco cultural de la Madre Patria. Por el contrario, las obras de Sor Juana y Góngora tomaron un tinte más nacionalista y apegado a las costumbres del virreinato.
Carlos de Sigüenza y Góngora nació en la capital del virreinato hacia 1645, proveniente de una familia aristocrática oriunda de Navarra. Recibió una educación esmerada por parte de sus padres, emparentados con Luis de Góngora y Argote, máximo exponente del culteranismo barroco. Su enseñanza se centró en la filosofía, matemáticas, ciencias e historiografía. A los 15 años de edad, entró a un seminario jesuita, del que fue expulsado pocos meses más tarde debido a salir de noche, algo prohibido en el estatuto. Sin embargo, Góngora encontró en el seminario sus primeros ímpetus científicos y literarios. Se graduó de teología y matemáticas en la Real Universidad Pontificia de México, más nunca ejerció como sacerdote. En 1679, para conmemorar el 148° aniversario de la aparición de la Virgen de Guadalupe, Góngora escribió "Primavera Indiana", folletín en el que exaltaba la devoción a la patrona de México. Para 1681, un cometa apareció en el firmamento de la ciudad de México, y Góngora se encargó de describir al objeto, y así convencer a muchos ciudadanos supersticiosos de la naturaleza inofensiva del suceso. En 1690 publicó su obra más importante, "Libra astronómica", y dos años más tarde dirigió un programa de población en la bahía de Panzacola. Sus principales obra son "Las Glorias de Querétaro" (1668), y varios libros de poemas. Murió en 1700, siendo contemporáneo de Newton y Leibniz.
Sor Juana Inés de la Cruz nació en San Miguel Nepantla en 1651, pero quedó huérfana de padre y madre en 1654, siendo criada por su abuelo. A los tres años y medio de edad comenzó a leer y poco después a escribir; su primera composición fue una loa para el festival de Corpus Christi en 1658. Al año siguiente mostró deseos de ingresar en una escuela para estudiar literatura y artes, pero las reglas de la época impedían que una mujer se preparara y estudiase. []El virrey Antonio Sebastián de Toledo Molina y Salazar, le examinó en 1667 junto a varios sabios de la época, y determinó que la joven estaba preparada para ingresar a la universidad más ella decidió recluirse en un convento para escribir el resto de su vida. Se insinúa una presunta relación lésbica de Sor Juana con la virreina, marquesa de Mancera, que supuestamente puede asegurarse a través de sus poemas:
El resto de su vida, Sor Juana escribió varios libros de poemas, como "Décimas y sonetos", pero incursionó también en la lírica, alegoría, soneto, poesía sacra, festiva y popular. Autora de varios villancicos, compuso varias obras de teatro en su vida, como "Los empeños de una casa", "Amor es más laberinto" y "El divino Narciso". Su loa en prosa más conocida es "Neptuno alegórico". El obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, bajo el seudónimo "Sor Filotea de la Cruz" le escribió censurando su comportamiento impropio de la época. La serie de cartas "Respuesta a Sor Filotea de la Cruz", fue una reseña de la vida de la poetisa que murió enferma de viruela, el 17 de abril de 1695, a la edad de 43 años. La enfermedad fue contraída al cuidar a enfermos en los rincones paupérrimos de la capital.




LA IGLESIA:

EVANGELIZACION

La evangelización en la Nueva España fue un proceso que implicó -mediante la enseñanza fuera voluntaria u obligatoria de la religión católica- en los territorios de la Nueva España la transmisión de la cultura occidental, involucrando además de la religión, la lengua española y usos y costumbres europeos. La religión católica fue un elemento clave en la expansión del Imperio español y punto fundamental en su desarrollo posterior, al ser la Iglesia Católica un aliado político de los españoles y los conquistadores, quienes justificaron en todo momento sus acciones expansivas en el derecho divino y la enseñanza de la fe católica para los infieles.
En el caso de la Nueva España la enseñanza de la religión fue una necesidad primordial al tener enormes núcleos de población en Mesoamérica con un grado avanzado de desarrollo religioso, así como estados teocráticos y prácticas opuestas a principios religiosos occidentales como el sacrificio humano y la poligamia. Millones de indígenas tenían que ser adoctrinados en el cristianismo por el Imperio español para dos fines fundamentales: la salvación eterna y la profesión de la fe católica y la integración inmediata a los usos occidentales.